Agradezco no ser un genio

He visto fracasar a los genios, también a la gente normal, pero en ellos es normal que ocurra, valga la redundancia.

Definamos a los genios: son tipos iluminados, brillantes, distintos. Son esos que se sacaban buenas notas en el colegio sin esfuerzo, y que más encima tenían habilidades naturales para la música, el arte, los deportes y un largo etcétera. Continua leyendo “Agradezco no ser un genio”

Huesos

Besó con ternura a su mujer antes de ayudarla a subir a la micro. Una vez que el bus se perdió de vista caminó hasta el semáforo y cruzó la avenida mirando hacia ambos lados. No le gustaba devolverse a su casa a esta hora, pero era el ritual que tenían con su esposa cuando a ella le tocaba el extenuante turno de noche.

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PISO 23

– Ese pulpo tiene mal olor- dijo Jaime frunciendo la nariz.
– Bótalo entonces.- respondió Cecilia.
– ¿Lo trozo antes de botarlo?
– ¿Tú vas a limpiar el desastre después? Nah, tíralo así no más…

Jaime tomó el octópodo y se dirigió a la puerta del departamento. Al salir, las luces del pasillo titubearon antes de encenderse completamente. Aunque llevaban casi un año viviendo en el edificio todavía no se acostumbraba al lúgubre aspecto del pasillo de noche.

Abrió la puerta de la sala de basura, que era de esos que tienen una puerta pequeña que se abre girando la manilla.

El pulpo en cuestión expelía un olor realmente desagradable, a Jaime le llamó la atención que se deshielara con tanta rapidez. Luego de forcejear con la cabeza del animal por un par de minutos logró hacer que entrara en la puerta y comenzara su caída libre hacia el sótano del edificio.

“Seguro los conserjes se van a dar cuenta de que el pulpo es nuestro” pensó Jaime mientras cerraba la puerta del departamento, mal que mal eran los únicos chefs del edificio.

Sin embargo, el octópodo nunca llegó al sótano. Apenas sintió que se cerraba la puerta apoyó con fuerza sus tentáculos en las paredes y comenzó a escalar. Casi sin esfuerzo y con una agilidad abismante avanzó por el conducto hasta llegar de vuelta al piso 23.

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En el área

Cada vez que se armaban los equipos para la pichanga Gonzalo era de los últimos en ser elegidos. No sólo porque era de los más chicos (de edad, no de porte) sino que también por ser de los menos hábiles con el balón en los pies.

La noche anterior había llegado a vivir a la casa de sus padres Daniel, su primo del sur. Daniel soñaba con la posibilidad de entrar a las Fuerzas Armadas, y los padres de Gonzalo tenían ciertas influencias que podrían ayudarlo a cumplir con su sueño. Continua leyendo “En el área”

Confesión

Evitábamos jugar fútbol frente a la casa del viejo inglés, de quién supe (años más tarde) fue un célebre detective.

Hace pocos meses supe que estaba en su lecho de muerte, cuando fui a visitarlo le confesé que yo había sido el niño que aquella vez le había roto el ventanal del comedor de un pelotazo. No me respondió.

Salí de su casa con la idea de que aquel fue el único misterio que nunca resolvió, pero luego deseché la idea: Era demasiado pretencioso de mi parte.

MANUSCRITO ENCONTRADO EN UNA CAJA

“Dedicado a quienes no supimos qué estaba pasando, y hemos vivido con la vergüenza de aquello”.

Hace dos semanas, mientras hacía la mudanza, encontré un cajón con los diarios de vida que escribí durante mi época escolar. Cuando abrí uno de los cuadernos me reencontré con este momento particular que quiero compartir contigo. Continua leyendo “MANUSCRITO ENCONTRADO EN UNA CAJA”

AUTO RELATO

Respiro profundamente y me dejo caer sobre la cama. Una vez recuperado el aliento la observo, no puede evitar sonreír mientras su mirada está fija en el techo, haciendo ese movimiento de hombros que sólo puedes hacer cuando experimentas la plena satisfacción. Me ofrece un cigarrillo mientras prende el suyo, yo me niego, me pide que me quede, yo le digo que es tarde e invento una excusa para escabullirme al baño.
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La Obra

Eran pasadas las seis de la tarde y las tías del Kinder se apuraban en ubicarnos en nuestras posiciones para comenzar la obra que habíamos ensayado las últimas dos semanas.

Mi papel era el de un soldado sin diálogos, cuyo rol se limitaba a ser ejecutado junto a un grupo de otros soldados al final del tercer acto, es decir, más de la mitad de la obra debía estar parado sin hacer nada. Continua leyendo “La Obra”