Publicado originalmente en ChileOkulto.cl

Un privilegio poco frecuente que el chileno medio se puede dar en el transporte público es irse leyendo sentado en la micro o metro. Hoy pude darme ese gustito leyendo “Sapiens” de Yuval Noah Harari, cuyo primer capítulo afirma que es una falacia que neandertales, australopitecus y sapiens (todos de la familia “Homo”) descendamos de línea directa. Me llamó la atención este detalle ya que precisamente fue como lo aprendí en los libros del colegio, editorial Santillana si es que no me falla la memoria.

Cualquiera de los que estudiaron en mi generación (parte en dictadura, parte en incipiente democracia) sabrán que el plan de estudio no fue diseñado precisamente por las personas más aptas para tal labor. Militares y conservadores (y una mezcla de ambos) fueron los que por años decidieron qué debíamos estudiar y con que “lente” íbamos a hacerlo.

Con esto no quiero decir que la junta militar tuviera algo en contra de nuestros fósiles antepasados, pero si me hizo pensar en todas las cosas que faltaron (y que omitieron) en la educación de mi generación, y de la todos aquellos que fuimos niños y adolescentes en esa época. La falta de estimulación del pensamiento crítico por ejemplo, ha hecho que buena parte de los chilenos caigamos en el individualismo. Sé que es bien reduccionista esa conclusión, pero explica en buena parte ese comportamiento.

Y es que los regímenes totalitarios y/o dictatoriales rompen el tejido social en múltiples dimensiones. No es sólo la pérdida de libertad en la forma de satisfacer necesidades básicas (alimento, techo, seguridad física, etc.) sino que ataca también el pensamiento crítico y el derecho a plantearse preguntas. Es por eso que mientras escribo esto me reconcilio (en una parte muy mínima) con la clase política que terminó con la Dictadura. Y es que pienso en el miedo y terror de enfrentar a un gobierno que tenía la capacidad de matar impunemente a quienes hacían oposición y la comparo con la indolencia de buena parte de Chilenos que ni siquiera son capaces de ir a votar en día de elecciones y veo que hubo más arrojo en esos que bueno… que una vez en el poder perpetuaron el modelo.

Pero esa discusión da para otra columna.

Los Bolsonaros, los Maduros, los Correas y los Morales (y el Kast que se avizora en Chile) forman parte de una versión 2.0 de las dictaduras que fueron parte del paisaje de la América Latina de los 80’s. Una respuesta sencilla y popular a problemas básicos de la gente “de más abajo“.

Y es quizá eso lo que nos falta a quienes tenemos las herramientas para desarrollar un pensamiento que va más allá del día a día, dejar el ostracismo y buscar espacios en la comunidad donde poder impactar y cambiar la lógica del individualismo que campea hoy por hoy en nuestra sociedad, no para abrumar al otro respecto de lo mucho que yo sé (como las peleas de twitter), sino para plantar la semilla del pensamiento crítico.

Espero que los siguientes capítulos del libro de Harari sean igual de estimulantes que el primero, aunque de momento ya es mucho mejor que el libro de Historia del colegio.