MANUSCRITO ENCONTRADO EN UNA CAJA

“Dedicado a quienes no supimos qué estaba pasando, y hemos vivido con la vergüenza de aquello”.

Hace dos semanas, mientras hacía la mudanza, encontré un cajón con los diarios de vida que escribí durante mi época escolar. Cuando abrí uno de los cuadernos me reencontré con este momento particular que quiero compartir contigo.

 

Domingo 2 de Octubre de 1988


“Querido diario: creo que hoy sentí terror por primera vez. Debe ser lo mismo que les pasa a mis primos cuando ven esas películas de payasos asesinos que me prohíben ver.

Bueno, sigo. A la hora de almuerzo mis papás discutían de política con mis tíos, hablaban algo sobre elegir un nuevo gobierno para Chile. Mi papá estaba cada vez más enojado con mi tío Guillermo. Él le insistía que se venía el caos y el desorden. Mi tío le respondía que no, que las injusticias se iban a acabar y que la gente iba a ser más feliz (Nota: al final no pasó ninguna de las dos cosas).

—La gente no tiene idea del problema en que nos estamos metiendo— sentenció mi papá.

—El que no tiene idea sobre lo que pasa en tu país eres tú— respondió mi tía Micaela.

De postre había tutti fruti con Fanta, pero no lo pude comer con ganas. Me quedé pensando en lo que dijo mi papá, si es verdad que se viene el caos y el desorden no sé qué va a pasar conmigo. Tengo susto de que dejen de funcionar los semáforos que están de camino a mi colegio, y que las personas prendan fuego a las esquinas, como vi en la tele la otra vez. Me imagino que todo se va a volver blanco y gris, como esas películas antiguas que veía con mi Tata.

Cuando me vino a acostar, le conté a mi mamá que tengo mucho miedo de las cosas que dijo el papá durante el almuerzo, ella me dijo que tengo que estar tranquilo, que la voluntad de Dios es que todo va a salir bien y que nada va a cambiar.

—¿Pero y si la voluntad de Dios es que las cosas cambien?— le pregunté.
—Entonces nos tendremos que ir a otro país— dijo sonriendo.

Estoy escribiendo esto tapado con la sábana y alumbrando este diario con la linterna de mi hermano Daniel. Él ya no la usa porque le dieron una mucho más grande en el servicio militar. Acabo de ver la hora, son las 23:38 según mi radio reloj, pero yo sé que en realidad son las 23:33, porque mi mamá lo adelanta 5 minutos para que no me atrase en las mañanas.

Me voy a quedar despierto lo más tarde que pueda, así mañana mi mamá me va a ver las ojeras y no me va a mandar al colegio. Además siento la guata revuelta, pero yo creo que es de puros nervios.”